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Abstract

CANJE
• “Las vacaciones las pasábamos en el hotel Las Américas en Cartagena. En las noches hacían actividades para los niños. Ese día nos dividieron en dos grupos, cada uno tenía que traer la mayor cantidad posible de objetos de un determinado color. Al mio le tocó el blanco. Salimos todos corriendo bus- cando objetos blancos: les pedíamos a los papás que estaban viendo, saca- bamos cosas de la piscina, el recreacionista nos animaba por el micrófono, las olas fuertes contra la bahía, sonaban las chaquiras en el pelo de la niñas y Asereje de fondo. Quedaba poco tiempo, era muerte súbita, iban contado objeto por objeto y mi grupo iba ganando, cuando se para valiente una niña del otro grupo, unos tres años mayor que yo, encoge los hombros y mete la mano por el hueco de su camisa y se quita un top del color de su grupo. Ahora no estoy segura de que fuera un top de ropa interior, tal vez era de vestido de baño —que por alguna razón eso parece ser sumamente diferente — y todos los papás empezaron a reír emocionados y a halagar la valentía de esta niña que obtuvo el punto ganador. Yo, con mis siete años, en una mezcla de adre- nalina, competitividad y aún con esa escasa noción del mundo adulto, decidí llevar a acabo una hazaña superior. Me paré y me metí la mano debajo de mi falda de jean y me bajé mis cucos blancos y se los entregué al recreacionista. Silencio, silencio total. “¿Qué hice mal?” pensé. Los papás se miraban entre risas y asombro, mi mamá no estaba en la audiencia, la niña grande del top me miraba con los ojos abiertos, yo seguía sin entender porqué no aplicaba el canje de top/ cucos, para mi las dos cosas eran ropa interior. ¿Qué hice mal?. No lo entendí. Salí corriendo a la habitación.”
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